sábado, 1 de noviembre de 2014

Restaurante LA KASBAH DE SABLES, Ouarzazate

 
 
Una de las cosas más bonitas de viajar, es que uno encuentra sorpresas donde menos se lo espera.
Todos los viajes tienen su parte de misterio, sobre todo cuando son a zonas o países que no están demasiado controlados. Es lo que me ha pasado hace solo unas semanas en un viaje relámpago a Marruecos.
Después de un día en la “loca” Casablanca, nos dirigimos en coche a Marrakech, que será nuestra base durante las dos próximas noches. En Marrakech y tal y como ya he comentado en este blog, en vez de escoger una de las grandes cadenas hoteleras que tienen hotel en esta bella ciudad Marroquí, nos decidimos por un Riad, mucho más pequeño, personalizado y diferente.
 
 
En esta ocasión fue Villa Makasaar quien nos recibió con los brazos abiertos
El jueves se presentaba interesante ya que ese día, teníamos que cruzar los “Pirineos Marroquies” conocidos como EL ATLAS, una cadena montañosa espectacular cuya cima es el Col du Tichka de 2260 m de altura; nuestro destino? Ouarzazate, una famosa ciudad Marroquí considerada como la entrada del desierto y centro neurálgico en los años 70, 80 y 90 de grandes producciones cinematográficas.

 
Generalmente recomiendan al menos pasar una noche en Ouarzazate, ya que la paliza es importante. Se trata de algo más de 200 Km de viaje de los cuales unos 120 son pura carretera de montaña, curva, contracurva y subida constante.
 
 
 
La idea era salir de Marrakech a las 6am, llegar a Ouarzazate a las 10 / 10:30 tener una reunión y volver sobre las 14:00 para llegar de nuevo a Marrakech sobre las 18:00
El viaje de ida fue una maravilla, no encontramos mucho tráfico y el paisaje, al ser nuestra primera vez, era hermoso de contemplar. Es cierto que tan solo se trata de una carretera más de montaña, pero por el camino nos encontramos con aldeas de verdad, aldeas de locales, pueblos enteros excavados en la montaña, casas de terracota y un largo etc. Por diferente ya mereció la pena la paliza, de sobremanera cuando nuestra velocidad media nos permitió llegar a Ouarzazate en poco menos de 3h.

 

Ouarzazate como indicaba anteriormente, es una preciosa ciudad…..  desde donde parten numerosas excursiones al desierto.
 
Pero no fue esto lo que más nos llamó la atención, sino un restaurante al que nos llevaron a comer nuestros clientes; LA KASBAH DE SABLES


Es curioso lo que se puede esconder detrás de la puerta de un edificio mediocre en medio de ningún sitio.
Debajo de un pequeño cartel con el nombre del restaurante, se haya una puerta que va a dar un pasillo, el cual recorremos con ganas de ver lo que nos vamos a encontrar. La pinta es buena, pero lo que nos encontramos a continuación sencillamente no lo esperábamos.


Se trata de una preciosa casa marroquí convertida en restaurante y con una presencia importante de un elemento adorado por estas latitudes, el agua. Las dependencias de la “casa” se han convertido en comedor, en zona de sofás al más puro estilo marroquí (obviamente porque estamos en Marruecos), pero se trata de algo diferente y a lo que no estamos acostumbrados.

En un lugar tan alejado de la ciudad, y suponemos que del dinero y de la opulencia, nos encontramos este precioso rincón escondido en una calle peatonal de una zona poco frecuentada de la ciudad.

Nos sentimos afortunados de haber venido a Ouarzazate pero lo estaremos aun más después de la sorpresa que el destino nos acaba de deparar.

 
Obviamente, no se trató de la mejor comida del mundo, del mejor filete del mundo o de los mejores entrantes que uno jamás haya probado, pero tampoco se trata de eso, es sencillamente el efecto sorpresa, un sitio maravilloso, fresco, diferente, acompañado de una muy buena comida muy bien presentada, algo con lo que uno no cuenta encontrarse en una ciudad como en la que acabábamos de conocer.
De entrantes compartimos unos platos típicos marroquíes, con presencia de lentejas, garbanzos en diferentes salsas, varios embutidos y un pan local exquisito.
 
 
 
Después de los entrantes un buen filete a la pimienta con unas patatas diferentes.
De bebida? Si que había vino en la carta, pero nos decantamos por un par de cervezas heladas, que aunque no es aun época de sofocones (22C de máxima y 8 de mínima) parece que entran mejor con la arena del desierto. Cabe recordar que nos quedan otras 3 o 4h de vuelta a Marrakech y aquello de “si bebes no conduzcas”.

 
Después de una muy grata sorpresa, una buena comida y una interesante conversación de negocios, nos despedimos de Ouarzazate con un muy buen sabor de boca.
Ahora nos quedana otro viaje interminable por el Atlas, que se convierte en un pequeño infierno una vez que el sol desaparece tras las montañas, demasiado tráfico y sobre todo, demasiados camiones.

 
Si todo va bien y el destino así lo permite, en no muchas semanas tendremos la oportunidad de repetir en La Kasbah des Sables, aunque ya no será lo mismo porque el factor sorpresa, ya habrá desaparecido….

 
Ha sido poco tiempo en Ouarzazate, pero estoy convencido de que esta preciosa ciudad, entrada del desierto Marroquí, esconde muchas otras sorpresas…
 
 
Y si no, al tiempo…..
Un fuerte abrazo viajeros….
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